No mires,
no me mires tan fijamente, que tus ojos son de fuego y me abrasan con solo
posarse en mí.
Ni se te
ocurra tocarme, el roce de tus dedos me dispara a la estratósfera. No soy capaz
de mantener los ojos abiertos, pierdo el control de donde estoy, de lo que
hago, de lo que digo, de lo que pienso, de lo que siento.
No me
beses! La carne de mis más suaves y sensibles labios se vuelve turgente, roja,
hinchada, a punto de explotar con el roce de tu boca húmeda y tu lengua
juguetona.
Y si me
miras, me tocas y me besas, con la pasión que sólo tú sabes darme, se abrirán
las puertas de este infierno tan parecido al cielo donde las nubes son de fuego
y el foso de algodón.
No mires!
He perdido
el control y no puedo permitírmelo. Ahora grito, me retuerzo, gimo y siento
cómo la punta de mis pezones rozan ligeramente el techo de la habitación.
Foto: Alva Bernardine / Adele Cochrane, vía Pinterest